dijous, 23 de desembre del 2010

CAÇADORA DE CUIR

"...Mi reticencia es la propia de cualquier hijo de vecino, a pesar de que papá aseveraba que la Guardia Civil defendió la legalidad vigente en Catalunya durante el alzamiento. Lo que vino tras la victoria de Franco fue otra historia, y la Guardia Civil se hizo a sangre y fuego una leyenda macabra, muy alejada de los principios republicanos. 
Pero algo me dice que entre tanto uniforme, insignias y complementos encontraré lo que estoy buscando.
Me armo de valor, entro en el distribuidor oficial de uniformes y vestuario de la Guardia Civil, me presento como "hijo del cuerpo", pregunto por las cazadoras de motorista que utiliza la Benemérita, alegando que mi padre tiene una que se cae de vieja y que, tras los servicios prestados a la patria y una vez retirado, quiero darle una sorpresa.
El amable señor que me atiende me enseña el típico gabán de cuero que se había convertido en un clásico de las carreteras españolas hacía décadas. Yo insisto en el modelo corto, haciéndole entender que era la misma cazadora que llevaba Marlon Brando en Salvaje
Mira por dónde, me entiende al instante. Desaparece en el almacén...se lo toma en serio: la búsqueda dura lo suyo.
Con cuidado, deposita sobre el mostrador el preciado trofeo, una cazadora en perfecto estado que, según él, lleva más de veinte años en el almacén.
Le sugiero de inmediato realizar la prueba de la chupa, aquella que según cuenta la leyenda dice que si realmente es auténtica y el cuero es de ley debe quedarse de pie una vez depositada en el suelo. 
Y así es. Superada la prueba y tras comprobar que el paso del tiempo y la humedad no han podrido a discreción las costuras, me hago con ella. 
Durante varios días permanezco observándola. Ella no es como las demás. Las otras que la precedieron nunca terminaron de estar a la altura.
Frente a mí, de pie, sin arrugarse, altiva, sensual y provocativa, animándome a cruzar la línea. Algo me dice que los tiempos de teddy boy tocan a su fin. 
Me doy una vuelta por una de las tiendas de ropa de cuero para turistas que acompañan a las Ramblas hasta los bajos fondos y encargo una buena puesta a punto a base de ungüentos mágicos. 
En un guarnicionero de la calle Hospital compro todo tipo de tachuelas de metal para adornar cuellos y cremalleras, mando coser un bordado con la imagen del pájaro loco en la espalda. Me miro al espejo: por primera vez me veo como realmente quiero ser.
Me subo el cuello de la chupa y salgo a la calle.
El calor húmedo que desprende Barcelona me pega el cuero negro al cuerpo. Una vez en casa mantengo al cazadora abrochada. Mamá me mira con resignación cuando le digo que tiene que hacerse a mí y yo tengo que aprendre a moverme con ella, es mi segunda piel. 
Sudo, pero no me importa, es un ritual iniciático; en casa piensan que me he vuelto loco.
La noticia de mi descubrimiento corre como la pólvora, a los pocos días se agotan las existencias.
La película El último vals, de Martin Scorsese, se estrena con gran algarabía. Luzco mi flamante chupa ante la mirada de los freaks que no entienden qué pinto yo en la cola. No alcanzo a escucharles. Sin dejar pasar un segundo me levanto las Ray-Ban, me acerco al primero de ellos y suelto a bocajarro:
- Miras algo, capullo?
Es lo que tiene el cuero negro."

(Loquillo, Barcelona ciudad, una crónica urbana de rock en tiempos revueltos)